21 octubre, 2010

Dormir


Aquel día se despertó como cualquier otro, con ganas de quedarse en la cama, con ganas de estar caliente bajo el edredón que, aunque aún era pronto ese año habían tenido que ponerlo mucho antes que de costumbre. El frío venía raudo y veloz esta vez, sin poder impedirlo.

Se desperezó y descalza fue hasta el baño donde, como siempre, abrió el grifo de agua caliente. Siempre tardaba mucho en llegar y eso le desesperaba. Se miró al espejo, observó lo mismo de siempre, lo que nunca quería ver. Miró como cada nuevo día había una arruga nueva en su rostro, como cada día su sonrisa era un poco más apagada y su mirada, eso era tema aparte, pues ya casi no veía ni lo que tenía delante...

No sabía qué día de la semana era, en su mundo ya no existían sábados ni domingos, ya no había que levantarse temprano para ir a trabajar ni mirar el despertador con cara de odio cada mañana, aún así y no sabía por qué siempre se levantaba sin ganas, en vez de estar aprovechando un poco más la mañana metida entre sábanas. Parecía que tenía prisa por aprovechar un día que poco tenía de provecho.

Hoy no había quedado con nadie, sus nietos estaban en el colegio, sus hijos, en fin, se acordó de la pequeña Paula, pequeña para ella claro, porque ella ya tenía más de 40 años, hacía mucho que ni siquiera la llamaba, siempre se despedía con un te llamaré pronto, pero con su edad ya había aprendido que las promesas de su hija pequeña no tenían nada de cierto.

Pensó en ocupar su tiempo, pero antes se volvió a llamar a Pedro que se había quedado en la cama un poco más de lo normal, le susurró que era tarde, que debía despertarse pero no contestaba. Fue al acariciarle la cara, cuando lo notó tan frío, tan distante, cuando supo que no iba a contestar, cuando empezó a llorar.

Mónica se despertó sobresaltada esa mañana, se dio cuenta que estaba empapada en sudor y quizás en lágrimas también, se incorporó, se quedó sentada en la cama. Es sábado, pensó, no tengo que trabajar.

De repente se acordó de su sueño, miró a su lado, pero allí seguía él, se acercó un poco más, comprobó que  respiraba, aunque sólo fuese por si acaso. Fue entonces cuando decidió que esa mañana le despertaría llenándole de besos.

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Madre mía vaya jaleo me ha dado hoy el blog... que no quería publicarse bien y me ponía un tamaño de letra en un párrafo y otro en el siguiente! Espero que ahora por fin, esté bien!

Edito: Pues no... ale, a la mierda que así se queda...

2 comentarios:

maba dijo...

jajaja con tus comentarios me has quitado un poco de magia del relato jajaja....espera que me recompongo pero antes te digo que a mí ya hace unos días que el blog hace lo que le da la gana con mi letra..

ahora sí..

es precioso. Sobre todo porque podemos reflejarnos de dos formas: o sentir que estamos dejando correr la vida y que llegará un día que pase como a la del sueño,que todos los días son iguales.. o que ya nos demos cuenta.. que intentemos disfrutar y aprovechar lo que hay ahora, ya sea tiempo, ya sea piel cálida, lo que sea..

y yo me reconozco en el segundo grupo y aún así me encanta que de vez en cuando textos como este me recuerden donde quiero estar

besos

Kat dijo...

Jo, es que me puso de una mala leche el blog, que no me pude resistir, igual edité la entrada 7 u 8 veces, estaba que hablaba sola casi!

Creo que es importante que nos demos cuenta que el tiempo pasa y que hay que disfrutarlo, no dejar pasar los días sin más y de repente un día ver que nos hemos hecho viejos...

Besos!