Noche de jueves!

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Anoche quedamos a cenar con unos amigos.

Y aunque hoy no pensaba ni escribir por el mal día que estaba teniendo, cuando por fin me he sentado un rato tranquila en el sofá, me ha entrado el gusanillo de venir y contarlo.

Ayer fuimos a cenar a un gallego, ¡qué recuerdos me trajo! lo primero que dije nada más sentarme es que quería (por sorpresa de mis acompañantes) ¡un caldo gallego!, debía hacer cosa de 10 años que no tomaba caldo gallego y llevaba desde antes de Navidad con unas ganas tremendas de uno, no me digáis por qué pero era antojo puro y duro, si no fuese que estoy segura de que no, pensaría que podría estar embarazada, así que hasta que ayer no lo pedí no paré.

Cuando lo trajeron, se quedaron todos mirando y pensando ¿de verdad te vas a comer eso? yo no soy de caldos ni sopas ni nada de eso, soy un poco mafalda para eso, pero cuando se me antoja algo, ya veis que lo hace a base de bien. Lo miraban y lo remiraban, con los grelos, las habas, la patata, ese caldo blanquecino que lo caracteriza y no les hacía mucha gracia. Estaba buenísimo! y como lo dije tantas veces se animaron a probarlo y al final resultó que les gustó a todos. Es cierto, que no es un plato que entre por los ojos, allí en Galicia es lo más normal del mundo y se come, pero lo miras por primera vez y no tiene que verse muy apetecible.

Continuamos la cena con pulpo con cachelos, lacón, calamares y queso con membrillo... con eso y una moriña que tenía a esas alturas y unas ganas de volver, de estar allí, de comer marisco como sólo se come allí... en fin, necesito hacer una escapada ya, que ya va haciendo mucho tiempo que no voy y aunque tenga más de una tierra, tiran todas por igual!

Feliz fin de semana a todos!